Recientemente, he descubierto a Günter Enderlein. Tiene un libro publicado, muy interesante, que nos habla sobre el pleomorfismo, es decir, sobre cómo nosotros mismos somos los que generamos los patógenos que nos enferman («La Ciclogenia de las bacterias»,1980). Así, desbanca la teoría, impulsada por Pasteur, hasta entonces aceptada, en la que se cree que existen unos microorganismos ahí fuera, externos a nuestro cuerpo, que nos infectan. De hecho, se ha demostrado, que son nuestras propias células, las creadoras de los virus que habitan en nosotrxs.
Enderlein, en sus postulados, cuestiona además, cuándo un ser vivo empieza y deja de serlo. En concreto, los virus, son tan sumamente pequeños, que son muy difíciles de aislar y, además, dependen de otro microorganismo con el que «negociará» una simbiosis, para existir. Así, es posible que un microorganismo incompleto, o su simbiótico, genere igualmente, una infección.
Si hablamos sobre vacunas, abriría el debate con 6 puntos a cuestionar:
1. Lo sensato es decir, que aún sabemos muy poco sobre microbiología, y nuestra propia inmunología, como para jugar con ella. ¿Nos creemos que sea posible, sin errar, aislar la parte patógena de un virus para crear una vacuna, si apenas los reconocemos todos, ni siquiera, en los microscopios de campo oscuro?
2. Por otra parte, una vacuna está compuesta de trozos de ADN, (trozos de otros tejidos de mono, de vacas, de ratones…) que, para su mantenimiento, necesita que haya otros microorganismos «atenuados» (con los que «pactan» con el virus, una simbiosis), y se alimenten de ese ADN. (Los microorganismos no pueden vivir solos, necesitan de otro ser vivo al que asociarse para su supervivencia). Así, se facilita que esos otros microorganismos estén invitados a este festín, y cómo no, una vez inoculados en el cuerpo, nos producen enfermedades e infecciones. Esto hay que tenerlo en cuenta…
3. Conservantes. Los últimos componentes de una vacuna, son, para su mantenimiento (tienen que durar meses almacenadas), una serie de sales metálicas, muy tóxicas para nuestro organismo: mercurio (tiomersal, benzoato de sodio), aluminio… tienen gran afinidad por el tejido nervioso y, hacen proliferar, entre otros, a Streptococos y Staphilococos… A estos conservantes, además, muchos niños son intolerantes.
4. Calendario vacunal y Plurivacunas. Las vacunas están sujetas a un calendario, general para tod@s, sin contemplar casuísticas especiales de cada niñ@, por ejemplo, si son prematuros, si están enfermos… Sólo porque toca. Y… si aún no sabemos los efectos adversos de una vacuna, ¿qué tal si inoculamos tres (como la triple vírica), en la misma tirada?
5. Luego está el factor Miedo. Tomar cualquier decisión en la vida con base «el miedo», va a condicionar los resultados. La mayoría piensa que ahí fuera, hay todo un mundo dispuesto a agredirnos, cuando estudios recientes comprueban que es todo lo contrario, que los seres vivos tenemos una tendencia natural a la cooperación (muy bueno, leer «el apoyo mutuo» de Kropotkin). Generamos cambios bioquímicos muy importantes viviendo emociones (y los pensamientos que generan esas emociones), que nos predisponen a producir microorganismos, que nos llevan, a veces, a generar unos síntomas, a lo que llamamos «enfermedad». En la vida, sufrimos conflictos biológicos (Hamer) que nos llevan a la enfermedad. ¿Alguien tiene aún, duda de ésto?. ¿Qué pinta la vacuna en este plantel?
6. Factor Obligatoriedad. En medicina en general, pero muy especialmente, en el terreno de las vacunas, se nos trata como a borreg@s sin criterio. Aunque en España no es obligatoria ningún tipo de vacunación, está muy mal visto escoger esta opción. Sin un previo prospecto informativo de los componentes, ni sus consecuencias, ni sus estadísticas… no está equilibrada la falta de información, frente a los argumentos para incitarnos al miedo. ¿No es para pensar que nos usan de forma experimental y para obtener ganancias económicas?
Amig@s lector@s. No hay datos que discurran sobre la disminución o desaparición de ciertas enfermedades infecciosas (polio, etc.), y, si en algún momento, por ejemplo, se ha detectado menos influencia del meningococo («la temida meningitis»), es porque se ha avanzado en los descubrimientos, y se han encontrado gran variedad de los mismos, diluyendo así, la atención en la cuantía en uno concreto.
Este artículo no trata de desbancar la dirección de trabajo que nos ayude a inmunizarnos ante agentes agresivos a nuestra intergridad física. Se está investigando mucho desde la homeopatía, para comercializar nosodes bacterianos, bajo este concepto con mucho menos riesgos de producir enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, el lupus o trastornos como el autismo. Es muy interesante. Estaremos atent@s a estos avances.
Espero haberos aportado algo más de luz a este tema. Como poco, es para pensarlo, ¿no?.
Gracias por la escucha.
En caso de que os interese el tema, hay lecturas imprescindibles… En España tenemos la suerte de contar con Xabier Uriarte y con Enric Costa (leer «Vacunas, una reflexión crítica») para aclararnos muchos temas acerca de esto. Otro libro muy bien documentado (escrito por una periodista de investigación), es «El miedo de lo invisible», de Janine Roberts.